Ese sueño en el que te encuentras y del que tendrás que despertar


Podría pasarme horas y horas enteras, a tu lado, jugando a adivinar lo que sueñas, lo que escondes tras esa sonrisa. Intentar acompasar mi respiración con la tuya se convierte en otro entretenimiento que hacer mientras duermes. 
La paz que inspiras, que me inspiras, es inexplicable. Me calmas, me pierdes en pensamientos tuyos que ni siquiera entiendo… Y lo mejor es que tú ni te enteras. No eres consciente de lo mucho que te quiero, de lo fuertes que están unidos nuestros lazos que llegan a parecer, incluso, cadenas. Mejor dicho… de lo fuerte que me abrazo a ti. Que sabes que no te voy a soltar. Es más, me atrevería a decir que jamás lo haré. 
No es que seas una persona importante en mi vida… No, para nada. Es que eres imprescindible en ella. Allá donde mire estás tú. En todos los recuerdos que tengo apareces, tanto para lo bueno como para lo malo. Es increíble que dos personas, sin quererlo y sin saberlo, unan sus vidas de una forma tan bonita, tan sencilla… Tan… Nuestracomo es esta amistad. 

Perdona si todo esto te parece excesivo; pero, entiéndeme, nunca pensé que llegaría a entender lo que significa ser una amiga de verdad. Los sentimientos me resultan casi o más complejos que las matemáticas, ¡y eso ya es decir! Pero tú…  me has llenado de emociones –sin saberlo, claro-. Porque, seamos sinceras, nadie como tú se ríe con mis bromas, ni nadie como tú me colma de tan sinceros abrazos. Tampoco nadie sabe tanto de mí, sólo tú… Supongo que tienes ese don de desvelarme, de desnudar mis más oscuros y guardados secretos. O tal vez, es que yo sea demasiado fácil contigo y me abra, sin mucho esfuerzo, la camisa para que puedas ver y palpar un corazón que sólo puede hablarte a ti. Tampoco nadie, excepto tú, ha estado en el momento justo en el que la lágrima empezaba a salir y corriendo, como si fuera un bombero, extinguir las mejillas encendidas con un simple movimiento de brazos.           

Creo que sigues sin darte cuenta… Soy capaz de pintarte, de dibujarte hasta ese lunar en el tobillo con los ojos cerrados, que me sé de memoria el contorno de tus hombros y la forma de tus pestañas, que conozco la curvatura exacta de tu sonrisa y los grados justos del ángulo que formas con tus brazos cuando los levantas, ladeando la cabeza y me dices: <<¡Si yo también te quiero, tonta…!>>
Lo sé, sé que me quieres; y tú sabes que yo te quiero. Pero lo que no sabes es cuánto, ni lo sabrás porque tengo la sensación de que ni los millones de besos y abrazos que te regale, ni las palabras con las que pueda hacerte estremecer, ni las risas infinitas que te logré sacar podrán explicar jamás lo que tú significas para mí.

No sé si entenderás ese rol que asumo contigo, no sólo de amiga, sino de madre, hermana, abuela, tía, profesora… Siempre tendré ojos para ti. Si te equivocas, yo te regañaré, sí, y me enfadaré también; pero haré todo lo posible por ayudarte y encauzarte de nuevo en tu camino, que es el nuestro. Si lloras, yo te abrazaré y te escucharé y seré el hombro donde escondas tu rostro mojado y el pañuelo que lo seque; pero también seré la espada con la que tú misma mates a tus bestias y el escudo que te proteja de ellas.  

Tal vez sea demasiado atenta,  demasiado pesada, como esas madres que preguntan a cada minuto cómo te encuentras ─aunque sé de sobra que eso te gusta, y que lo agradeces─, pero no puedo evitar preguntarme a qué se deberá ese brillo de ojos tan particular acompañados de esa mirada ida persiguiendo a saber qué otro sueño lleno de aventuras y romances de los que, posiblemente, tenga que salvarte como si fuera ese noble caballero de rizos dorados y plateada armadura. Nunca, léeme bien ─o escúchame, si es que pones voz a mis palabras─, nunca permitiré que te hagan daño. Y a quién se le ocurra llegar a tu vida e intentar destrozarla, como ese niño que destroza el jardín de rosas y amapolas al correr con su balón, se las verá conmigo. Pues es lo que he prometido, permanecer a tu lado en tus horas más frías y en los días de lluvia, pintar con mis dedos, como si fueran pinceles, de rosas y azafranes, nuestros colores, ese cielo que se viste de grises sobre tus hombros y aguardar el momento idóneo para soltarme de tu cintura, desatarme de ti, soltar tus alas y que vueles, sin mirar atrás, por ese cielo rosado, hacia tu Sol.




Y esto es lo que pienso cuando cierras los ojos y te observo, risueña, atolondrada, feliz y segura, entre tus sábanas que son nubes.

1 comentario:

Paloma Mazarro dijo...

No puedes escribir mejor. Perfecto. Nada más que decir.

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